Lo que sigue es mi resumen de un libro fundamental para comprender la importancia de una de las ramas de la filosofía: la ética. (Tengan en cuenta que el resumen sólo sirve para que el autor del resumen entienda, ¡y sólo él! Pero por lo menos que sirva como invitación a leerlo, quedan sugeridas acá las -a mi gusto- mejores ideas del libro...)
SAVATER, Fernando. Ética para Amador. Buenos Aires: Ariel, 1998.
Se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir. Suponiendo que elijamos vivir y no reventar, hay saberes imprescindibles: saber lo que nos conviene, o sea, distinguir entre lo bueno y lo malo. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas: por ej, mentiras y cuchillos son ambivalentes y vitales. Hay criterios opuestos respecto a cómo vivir bien. Pero coincidimos en que lo que vaya a ser nuestra vida depende en parte de lo que haga cada cual. No somos omnipotentes, pero somos libres. Y nuestra libertad es, además de un atributo, nuestra responsabilidad. Por eso, incluso sabiendo que quizá no lo logremos, no queda otra que intentar aumentar nuestra capacidad de acción para inventar nuestra forma de vida. A ese saber vivir, al arte de vivir, llamamos ETICA.
Primera consideración: atender a los motivos que tenemos para actuar. Puede haber órdenes, costumbres o caprichos que sean motivos adecuados, pero para saberlo tendré que examinarlo, razonarlo por mí mismo. Con la complicación de que nunca hay reglamentos, pues no sabemos para qué sirven los seres humanos: las personas no son instrumentos. Entonces, ¿cómo nos arreglamos? Fácil: ¡Hacé lo que quieras!
Es una orden paradójica, y compleja: no exhorta a dejarte llevar por caprichos. Pronto concluirás: “¡quiero darme la buena vida!”. Y vas a ver que no se trata de hacer lo primero que te de la gana, sino pensar a fondo qué es lo que queres parado en tu presente que está lleno de recuerdos y esperanzas, y vínculos con los demás (sobretodo esto último). Por eso la buena vida que te querés dar tiene que ser una buena vida humana.
La humanización es un proceso recíproco. Para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo que hacerles humanos a ellos. Darse la buena vida no puede ser algo muy distinto a dar la buena vida.
Y no puede ser sencillo. La vida es complejidad, y casi siempre complicaciones. Nunca la vida fue simple. Imaginemos cualquier época y lugar en la historia de la Humanidad, vamos a encontrar siempre que los problemas fueron muchos y algunos de ellos muy bravos. ¿Entonces estamos condenados? No, pero deberemos ser cuidadosos. Y especialmente saber que para darse la buena vida se necesita atención, disposición a reflexionar sobre lo que se hace. Y para ello será preciso hablar con los demás, dar razones y escucharlas. Pero la decisión, al final, tomarla cada uno.
La única obligación a asumir: no ser imbéciles. Tener conciencia. Tomar conciencia. Que consiste fundamentalmente en:
- saber que no todo da igual;
- reflexionar sobre lo que nos conviene;
- a base de práctica, ir desarrollando el buen gusto moral;
- hacernos responsables de nuestros actos.
La consecuencia de ignorar esto: el remordimiento, el reflejo íntimo del miedo al castigo que puede merecer nuestro mal comportamiento, actuar mal, darnos cuenta de ello y comprender que hemos estropeado voluntariamente eso que queremos ser. O sea, cuando usamos mal nuestra libertad aparece el remordimiento.
Hay una coartada para evadir los remordimientos: la creencia en tentaciones irresistibles. Ésta es una superstición inventada y sostenida por aquellos que le tienen miedo a la libertad y no quieren hacerse cargo.
¿En qué consiste tratar a las personas humanamente? Lo que hace humana la vida es el transcurrir en compañía de otros, hablando con ellos, pactando y mintiendo, siendo respetado o traicionado, amando, haciendo proyectos y recordando el pasado, desafíándose, organizando juntos las cosas comunes, jugando, intercambiando símbolos. Pero para eso, es preciso que intentes ponerte en su lugar. Comprenderles desde dentro. Sentir simpatía por ellos. Tiene que ver con la virtud de la justicia.
La ética consiste en apostar a favor de que la vida vale la pena, ya que hasta las penas de la vida valen la pena. Pero ¿cuál es la mayor gratificación que puede darme la vida? La alegría. Ese sí espontáneo a la vida que nos brota de adentro, de lo que somos y sentimos ser. Al arte de poner el placer al servicio de la alegría se le suele llamar templanza.
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