EJE Nº 1) ¿QUIÉN TIENE EL PODER?
Este 1º eje tiene como tema el poder pero también todo lo que está asociado a él: la autoridad, la legitimidad, las normas, los derechos y las obligaciones, la rebelión, la democracia y el autoritarismo, etc.
Para empezar, nos encontramos con el escrito de Platón. Leemos ahí el discurso (en realidad, un alegato de defensa) que da Sócrates (470 al 399 aC ) en el juicio que le lleva a cabo el Gran Tribunal ateniense, pues hay un par de acusadores que piden pena de muerte o destierro para el pobre viejo de 70 años que respondía al nombre de Sócrates. Aclaro: Platón escribe lo que Sócrates discurre en su defensa ante las acusaciones. ¿Habrá tomado nota de todo tan velozmente? Nos queda la duda acerca de si Platón era un taquígrafo increíblemente veloz para no perder detalle, o lo “noveló” luego de haberlo presenciado, escribiendo lo que se acordó de lo que pasó allí en el juicio.
¿Quién fue Sócrates? Un tipo jodido, un preguntón, un pedante pero con onda. Como dice un filósofo francés muy leído: “Sócrates los inquietaba –a sus interlocutores- haciéndoles comprender con genuina ironía y un verdadero dominio de la palabra que sus certidumbres no soportaban mucho tiempo el examen y la crítica.”[1]
Su modo de enredar a sus interlocutores para hacerles comprender que están equivocados tiene siempre la misma estructura gramatical, que puede resumirse así: “afirmas obrar correctamente. Pero sólo con inteligencia se puede obrar correctamente. Por lo tanto, afirmas tener inteligencia, o haces como si la tuvieras. ¡Demuéstralo!”.
Pero seríamos injustos si nos quedáramos con la idea de que Sócrates humillaba a sus conciudadanos en arrogante actitud sólo por el placer de jorobar. En cambio, sepamos que se suele decir –en defensa de Sócrates- que lo hacía para hacerles ver a los demás que esas opiniones erradas que sostenían no eran elaboradas por ellos, sino que pertenecían a la tradición o la religión o al sentido común: las ideas que sostenían no eran de ellos, sino que eran prestadas. La gente las escuchaba por ahí y las repetía como si fueran propias. A esto Sócrates contrapone una actitud de responsabilizarse cada uno de los hombres por la comprensión de las cosas, pues era –para Sócrates- la única manera de hacerse consciente y dueño de sí mismo.
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