domingo, 29 de abril de 2012

ZAFFARONI, E.: la cuestión criminal (comprimida) fascículo 6


Habíamos señalado que hay varios contractualismos. Digamos mejor que el contractualismo era un marco en el que se daban todas las posibles variables políticas, desde el despotismo ilustrado hasta el socialismo. Pero podía convertirse en algo peligroso para las clases altas en sociedades como la europea, que distinguía entre los más y los menos iguales, y que a la vez se iba considerando a sí misma como la mejor y más brillante de Europa y del planeta también. Los pensadores de la cuestión social no podían ser insensibles a los temores del sector social al que debían su posición discursiva dominante y, en consecuencia, comenzaron a adecuar su discurso a la exigencia de no correr el riesgo de deslegitimar al poder punitivo necesario para mantener subordinados en el interior a los indisciplinados (anarquistas, socialistas, radicales, etc.) y fuera a los colonizados y neocolonizados.



Hay dos momentos en esta tarea académica:
1) el hegelianismo penal y criminológico;
2) el positivismo racista.
1) El hegelianismo es lo que los juristas y criminólogos del siglo XIX proyectaron sobre la cuestión criminal siguiendo al filósofo alemán Hegel. Para él, la potencia intelectual de la humanidad (o sea, la “razón” que para Hegel era el espíritu de la humanidad) avanza dialécticamente, es decir, por elementos que entran en conflicto permanente, aunque creciente, y que inevitablemente estalla y se resuelve en una tercera cosa, una síntesis, que comenzará un nuevo ciclo enfrentándose con otro elemento y así…



Claro que esa “razón” tenía un apellido: europea. Quienes no alcanzaban esa razón, no podían ser libres, puesto que no eran capaces de asimilar el derecho (otra vez: el único derecho verdadero era aquel originado en la civilización occidental europea) ¿Quiénes no eran libres, entonces? Ante todo los locos, los delincuentes reincidentes –incurables-, ni tampoco los salvajes colonizados (una gran “bolsa” conceptual en la que entraban gauchos, indios, criollos y todas las gamas de mestizos).
La idea que Hegel tenía de América Latina provenía de Buffon. Para este conde éramos un continente en formación, como lo probaban los volcanes y los sismos. Como las montañas corrían al revés (es decir, de Norte a Sur en vez de hacerlo correctamente, de Este a Oeste, como en Europa), cortaban los vientos y todo se humedecía pudriéndose; por eso había muchos animales chicos y ninguno grande y todo lo que se traía se debilitaba, incluso los humanos. Para Buffon, en América toda la evolución se retardaba.



El etnocentrismo de Hegel legitimaba el colonialismo: el “espíritu” avanzaba con la colonización del planeta por la Razón europea (aunque más que un espíritu parecía un monstruo que arrasaba con todo en su avance masacrador.
Por suerte todo esto se hacía muy abstracto y no terminaba de ganar popularidad en un mundo que cambiaba con celeridad y tenía urgencias mas concretas al promediar el siglo XIX. Se necesitaba conocimientos más útiles, más acordes a la cultura del momento.
2) el positivismo reedita la metáfora del organismo –en contrapunto al “contrato”-, pero no basado en Dios, sino en la “naturaleza”, y revelado ahora por la “ciencia”.
En el contexto histórico de esta etapa –segunda mitad del siglo XIX- nos encontramos con una clase gobernante de industriales, comerciantes y banqueros enseñoreándose de la producción mundial por medio del imperialismo, creando mercados y puntos de abastecimiento donde nunca antes se habían imaginado. Al mismo tiempo, los indisciplinados sectores obreros aumentaban sus molestias en los países centrales. Ejemplo: Comuna de Paris, 1871.
Cuando fue menester contener a los explotados que reclamaban derechos en las ciudades europeas, se trasladó la experiencia política de ocupación territorial de las colonias hacia las metrópolis: las técnicas policiales de represión que usaban allá, ahora las traían acá.



Los poderes de las policías europeas aumentaban en paralelo con los reclamos de los sumergidos urbanos, pero carecían de un discurso legitimante. ¿Quiénes aparecen para brindarlo? Desde la época de Wier, los médicos estaban ansiosos por manotear la hegemonía del discurso de la cuestión criminal. Ahora ellos darían las explicaciones criminológicas sobre los delitos y los delincuentes, ayudando a identificarlos y en el mejor de los casos a tratar a estos “desviados”.
En el fondo de las explicaciones aparece con el discurso médico una categorización racista de los seres humanos: los hay superiores y los hay inferiores. Surgen los mitos nacionales arios, por ejemplo, o se reedita el mito romano imperial en Italia recién unificada.



Podemos distinguir dos principales versiones del racismo:
 - la “pesimista”: hubo una raza superior que luego se fue degradando por mezclarse con una suerte de monas que encontraron en el camino, y dieron por resultado una decadencia de la especie. Es decir, encontraban en el mestizaje la culpa de todos los problemas.
Pero este racismo pesimista no servía para el nuevo momento del poder mundial, que necesitaba deslegitimar la esclavitud para justificar el neocolonialismo y predicar el liberalismo económico pero controlar policialmente a los excluidos en los centros europeos. Surge entonces la otra versión racista, igualmente simplota y disparatada:
  - la “optimista”: la que llevaba a Darwin de lo biológico a lo social = el darwinismo social. Partiendo de que en la geología como en la biología todo avanza con propulsión a catástrofes, afirma esta versión que lo mismo sucede en la sociedad, y que cuando la catástrofe se presenta –por la razón que sea: hambrunas, epidemias, guerras- los seres humanos que sobreviven son los más fuertes y de ese modo todo va evolucionando, incluso el ser humano en la historia. Las catástrofes se cargan a los débiles: liberan entonces de lastres a la humanidad en progreso…
Vale recordar que nuestras elites criollas no sólo leían y comentaban a estos teóricos, sino que “compraban” estas teorías, y actuaban en consecuencia. La “conquista del desierto” ocurría aproximadamente en esta época.

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