sábado, 9 de julio de 2011

ABORTO. VERSIONES...


Movimiento Familia y Vida:
“¿Cuándo comienza la vida? Los últimos avances de la ciencia genética han demostrado que desde el momento mismo de la concepción queda fijado el programa –incluyendo el psicológico- de un nuevo ser humano.
¿El fruto de la concepción es parte del organismo de la madre? No, el niño concebido es una nueva persona, con características biológicas y psicológicas propias y distintas de las de su madre. Tiene ya, entre otras cosas: corazón, grupo sanguíneo, sistema nervioso y huellas digitales propias. Por lo tanto, no puede hablarse del aborto como “el derecho de la madre a disponer de su cuerpo”.
¿Se justifica matar a un niño, antes de que nazca, si hubiese posibilidades de que sea discapaci-tado? Siendo el derecho a la vida absoluto e inalienable / inviolable, cualquier discriminación es inadmisible. La solución no puede ser la de matar a las personas enfermas, sino de saber aceptarlas. No debemos olvidar que el derecho a la vida depende del ser vivo, no del ser grato o del normal. Si seguimos el criterio discriminatorio no estará lejano el día en el que lleguemos a condenar a muerte, mediante la ley de eutanasia, a todos los ancianos, enfermos incurables, lisiados, minusválidos.”
Eduardo Galeano:
En alguna pared de Río de Janeiro, alguien escribió “Si los hombres parieran, el aborto sería legal”.
Manuel Vicent
Una larga disputa bizantina ha atravesado la teología para dilucidar el momento exacto en que el feto del hombre o de la mujer logra cazar un alma. Los escolásticos afirman que esta captura ocurre en el instante mismo de la fecundación. Los científicos dudan, los ginecólogos recetan calcio a las embarazadas, los juristas hablan de la viabilidad de lo engendrado, pero las comadronas no opinan.

Dora Barrancos, “La propiedad de los cuerpos”. En Revista CARAS Y CARETAS Nº 2.224 Año 47 Julio 2008
No hay cifras oficiales, pero sí se sabe que la principal causa de muerte materna en la Argentina es el aborto en condiciones de clandestinidad. Desde una perspectiva social, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo es un modo de concreción de la distribución del ingreso.
La despenalización del aborto no ha alcanzado todavía estado parlamentario. Desde 1984 se presentaron alrededor de 14 iniciativas en el Congreso con el objeto de proteger la decisión de “interrumpir embarazos no deseados”. Como ocurre en la UE, EEUU, Canada, México…
Código Penal, art. 85 (con modificaciones en 1922) dice “el aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta no será punible:
1. si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios;
2. si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de su representante legal deberá ser requerido…”
Las iniciativas feministas intentan que se contemple garantías para la integridad física y psíquica materna, y de acatar la voluntad de las afectadas más allá de cualquier otra condición. El verdadero asunto es el aborto en los sectores de menores ingresos. Las mujeres de las clases medias y altas pueden acceder a intervenciones con muchas garantías, mientras los pobres son verdaderamente condenadas por el peso del Código Penal: entonces, la circunstancia pavorosa de la ilegalidad del aborto es la 1ª causa de muerte materna, que la clandestinidad pone en riesgo.
La cerrada oposición del aborto se hace sentir en las bancas y sus proximidades, allí donde reverberan las opiniones y presiones de los altos prelados ¡vaya a saber con amenazas de qué condenas!
Fernanda Balatti:
El aborto como objeto ideológico opone el castigo estatal a la legalización, el derecho del niño por nacer al derecho de la mujer, la protección de la maternidad a la defensa del propio cuerpo. El vientre femenino que alberga un embrión deja de ser un espacio íntimo, para configurarse como un campo público donde las pugnas de poder adquieren dimensión política, científica, religiosa, jurídica, ética…
Los unos y las otras confluyen en una polifónica puesta en discurso de la sexualidad, de la procreación y de la práctica extrema que consiste en frustrar un embarazo. No hay partidarios entusiastas del aborto sino voces que advierten que las leyes prohibitivas colocan a los vientres malnutridos en manos de jiferos con tarifario de doctor.
En la Argentina, la prohibición es casi absoluta y recontextualiza formaciones discursivas e ideológicas de la Iglesia católica: el Estado reprime como delito aquello que la Iglesia castiga como pecado, y no hay una preocupación social capaz de tematizar el aborto. La ausencia de debate acompaña la ausencia de políticas públicas.
La iglesia adoptó un postulado de la genética para sostener que todo aborto es un infanticidio porque la sola fecundación del óvulo ya consagra la existencia del niño. El ideologema del “derecho a la vida desde la concepción” migró de la doctrina religiosa hasta los textos jurídicos sin diferenciar entre la noción de “vida” como producto de una construcción socioafectiva, y la mera supervivencia biológica.
El aborto legal, por otra parte, aparece socialmente representado como una demanda de liberación de la mujer, como parte de una estrategia que reivindica la autonomía desde una posición individual.
¿Dónde hay daño? ¿En la supresión de la persona por nacer o en el niño que verá la luz “forzadamente”, para ser “maltratado” o quedar abandonado física y moralmente” y vivir “a cargo de instituciones de beneficencia y del Estado”?

ABORTO (o INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO) EN VERSIONES DE TODOS LOS COLORES